El ave de los bosques
El ave sale del nido - semi oculto entre unas altas montañas que sirven de abrigo a un pequeño bosque y dos grandes llanuras - despreciando los últimos gusanos que su madre conseguía para él. Su pequeño hermano recién salido del cascarón recibe contento el alimento y lo ve emprender el vuelo con cierta tristeza, pero con tranquilidad pensando que algun día será el quien vuele fuera de este nido.
Dudó si tendría fuerzas para volar tanto tiempo
antes de quedar exhausto; quizás deba alimentarme primero, quizás deba volver
al nido - pensaba - mientras cayó en cuenta como el viento se volvía en su contra
cada vez más fuerte, y cada vez que movía sus alas enérgicamente, tan
enérgicamente al mismo tiempo que sus pequeñas y débiles plumas se desprendían y
flotaban por el aire. A este ritmo quedaría sin plumas antes de la primera
llanura. A fin de retardar lo inevitable comienza a disminuir su velocidad
hasta detenerse suspendido en el aire, flotando y avanzando lentamente.
Solo necesitaba mantener sus alas alineadas
hacia el horizonte para seguir volando.
Planeando, aprendió a volar planeando, sentía -
ahora soy una verdadera ave que planea - recorría. Y recordaría esto como la
lección que nunca tendría en el nido junto a los gusanos que comía, aquel cuento que no le leerian, más bien viviría, no siempre volaría. Sin embargo, al
menos planearía.
Un ruido estrepitoso le invade por encima de su
cabeza y al igual que un eclipse, un ave de plumajes negros y de tamaño muy superior
lo toma de sorpresa con sus garras, tan grande era el ave que fue aprisionado completamente
y enjaulado entre sus inmensas garras. Rápidamente es llevado hacía otro nido
donde pequeñas aves hambrientas esperan para alimentarse, tras mucho aletear en
aquel nido desesperado por el inevitable destino que le depara, las mismas plumas
sueltas a punto de desprenderse confunden a las otras pequeñas aves que
comienzan a picotearlas logrando escapar sagazmente, pero cayendo estrepitosamente
y aterrizando en una cama de hojas de árboles caducos en medio del bosque entre
ambas llanuras. Pequeños gusanos sirven de alimento y diminutas gotitas de agua
que ruedan sobre las hojas hidratan a la joven ave, estas mismas hojas sirven también
de camuflaje hasta lograr recobrar fuerzas.
En este estado nunca pensó que volvería a volar
- al menos estoy viva - meditaba duranta la fría noche que se asomaba. A la mañana
siguiente sintió - en los espacios que dejaron las plumas que se fueron perdiendo
en el vuelo y en la pelea - como las raíces y algunas pequeñas hojas fueron incrustándose
en su frágil cuerpo.
Nuevamente pensó que el final se acercaba y que
sería fagocitado por las raíces de estos árboles. Comprendió que vivir implica
cambiar de cuerpo y ser raíz, hoja, flor, fruto o cualquier estado fenológico también
tiene un propósito esencial, comenzando un nuevo vivir ahora no como ave que
sale del nido semi oculto entre unas altas montañas que protegen un pequeño
bosque y dos grandes llanuras sino como el mismo bosque que da sombra a la
llanura, como sabia y tronco que tributa en ramas para que otras aves
construyan sus nidos también en esas montañas.
Mientras reflexionaba en todo lo vivido comenzó a ver como una pequeña colonia de hormigas utilizando sus dientes como bisturí cortaron parte de estas raíces y hojas, se alinearon y posicionaron tan simétricamente al unísono como una danza de gotas de agua bajo la lluvia entrando en una cascada que provocaría en las hojas la formación de unas nuevas y vegetales alas, separadas completamente del enraizado del bosque.
La joven y adolescente y un tanto más experimentada ave emprende un nuevo vuelo infinito; será una nueva especie, donde las plumas y las hojas se funden en la autopoiesis de un nuevo vivir, un nuevo reino donde el mundo de las aves y los árboles se transforman en uno solo para hacerle frente a los influjos de una desalmada humanidad.
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