Crónica secreta en una elección histórica
Viña del mar, 7 am. Saliendo apurado y con
mucho sueño luego de viajar desde Santiago la noche anterior me dirijo hacia Valparaíso
entre la bruma y el frio de una mañana costera, la densa neblina salada que se
forma en la avenida España es interrumpida por un viento fresco, pero aún más
helado que baña los cerros de Valparaíso y humedece los grandes ventanales que
en un rato más serán evaporados por los rayos del sol que ya se asoman por
entremedio de los cerros. Tantas esperanzas en esos ventanales grandes y fríos
como balcones enumerados en el coliseo, pero en este lugar, más bien en un
anfiteatro marino para la ópera prima de la vida de sus habitantes. Algunos ventanales
prístinos e impecables, otros rotos y reparados por bolsas plásticas y cinta
adhesiva, unos pocos quebrajados por las piedras de jóvenes rabiosos o por
inocentes niños con una pelota de trapo perdida en las zigzagueantes calles de
la ciudad al paso de esas pequeñas escenas para llegar ojalá a las 7:30 al
local de votación y ser la primera mesa constituida.
En este pequeño liceo público a la bajada de
Santo Ossa un pequeño grupo de ciudadanos unidos por un algoritmo aleatorio se
organizan para constituir las mesas y el local de votación, cuanto deber cívico
reunido entre nervios por sacar la tarea adelante y sueño, mucho sueño.
Hay al menos tres tipos de rostros, los que
vinieron por primera vez, los que ya les ha tocado al menos una vez y los que
ya llevan más de dos elecciones bendecidos por el sagrado algoritmo.
Yo, que me distingo por pertenecer a este último
grupo, en efecto, ingreso a las 7:25 AM y presentando mis credenciales al jefe
de la plaza, y con mis útiles en la mano y la caja, esa misma caja de pandora voy
a la trinchera, la trinchera de la mesa 107M Circunscripción Barón, El Puerto.
Dentro de este pequeño y variopinto grupo de
ciudadanos hay personas que destacan por su compromiso y brillantez - estas
personas no tienen rostros parecidos a nadie -son quienes siempre están un paso
a la vanguardia, son esas personas que las quieres tener siempre en tu vida,
cerca, bien cerquita.
El mejor ejemplo de esto es mi compañera vocal
quien ya estaba minutos antes esperando con estoico e irrestricto compromiso cívico;
con ella todo lo que tardaría diez minutos no le tomaría más de cinco,
multitarea, muy buena escuchando, inteligente y generosa como pocos en este
país, en esta ciudad, en esta cultura, en este pedacito de humanidad.
Tener el privilegio de ver como guiaba con
dulzura a esa abuelita que no veía mucho, como sumar los votos y volver a
sumarlos si algo no le cuadraba dotada de una honestidad impecable, también
observar cómo sus profundos ojos se
clavaron en un libro que tuve en mi mochila y dejé en la mesa solo para presumir y regalarme una
sonrisa cada vez que algo inusual ocurría - porque hay que decir que en las
elecciones pasan cosas inusuales y divertidas
– y acomodarse un poco el pelo cuando se sentía un poco incomoda fue un regalo
del universo a aquella extenuante jornada.
Como era de esperarse nuestra mesa cerró
primero que todas, no por falta de votantes sino por la eficiencia del proceso,
el resultado lo sabremos en par de horas más yo solo aguardo por que venga una
elección más y ser nuevamente bendecido por el algoritmo y que esta bendición
también recaiga en ella junto a mí.
Será un gran día piensa ella, será un largo día creo yo. Será lo que tenga que ser. Ninguna elección es igual a otra y esta no fue la excepción. Chile cambió, ella cambió y yo he cambiado. Nada es igual y lo mismo que se escriba en esta nueva constitución ojalá tenga el mismo espíritu que mi compañera vocal.
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