Las catedrales del transeúnte

 Temuco, 14 de Diciembre

Año 2020 D.C.

 12:55, regresando por la calle un poco agitado y más bien  atolondrado por el peso los cinco textos angulares de la revolución gnóstica que abrazaba desde la muñeca hasta el hombro y en el extremo  de la otra mano un cigarrillo a medio terminar se divisa en el cielo amenazantes nubes que traían consigo  garugas de agua convirtiéndose  en un instante en chubascos y nuevamente garugas tenues al mismo tiempo que el  firmamento comienza a tornarse cada vez más oscuro y la claridad de una noche crepuscular paulatinamente se hace más espesa.

No sabe si fue al dejar caer un libro resbaladizo por la humedad o al apagar el cigarrillo en la acera cuando los oficiales tomaron por sorpresa al taciturno transeúnte. Desde dónde vienes, hacia dónde vas y que trae consigo fueron las preguntas sin responder que siguieron a una declaración de principios expresando el incumplimiento de al menos tres protocolos establecidos en la pandemia; el primero acerca de deambular por las calles en cuarentena en horarios no permitidos, el segundo por no portar consigo identificación alguna y el tercero de conspiración contra estado de excepción constitucional. Tendrá toda la noche para pensar en sus alegatos y a primera hora si el fiscal de turno se apiada de su condición logrará salir libre de su actual condición.

En la celda de control de detención pensaba dubitativo que argumentar como se le pasó la hora no sería tan difícil de acreditar, solo bastará con un llamado a su mentor que generosamente copó la tasa de café horas previas en una agradable tertulia. Haber dejado el carnet de identidad en el hotel tampoco parece una justificación muy complicada ya que un emisario con la dirección y la habitación correcta del hotel podrá verificar que el transeúnte era tal persona y solamente olvidó su billetera sobre la mesa del velador.

Lo enrevesado será tratar de explicar los cinco textos que traía consigo bajo el brazo y que los oficiales miraban con extraña e inquietante sorpresa; revoluciones gnósticas es un código para encriptar el plan de desmantelamiento del sistema de creencias sociales, legales y culturales del país, caos total, estadillos y caudillos por doquier pensaban enérgicamente en el cuartel policial. Tres libros color gris de un autor cubano exiliado y desconocido, un texto negro tapa dura con escritos esotéricos y fantásticos y otro libro rojo sobre un autor peruano revolucionario son la evidencia más exacta del origen de la conspiración.

Mientras pasaba el tiempo en el cuartel reflexionando angustioso entre ideas verosímiles y post verdad finalmente se decide por escribir una declaración, inspirados en sus precursores ideológicos sin ningún juicio de valor:

Los tres textos color gris pertenecen a un regalo de mi mentor introduciéndome al mundo de la historia sin fin y absoluta del conocimiento los evangelios gnósticos, el libro negro no es más que un compendio de ficciones de un escritor no tan conocido y el libro rojo es un homenaje a uno de los más grande escritores de la literatura latinoamericana que debo ciegamente leer antes de entrar en la literatura fantástica de este mundo, sus deidades y de otras deidades en mundos posteriores.

Con esto parece suficiente y creyendo que lo más probable fuera que lo dejen en libertad o bien se lo lleven a un manicomio, decide en el periodo que queda de encierro momentáneo leer todos los textos. Más de mil doscientas páginas memorizadas y compaginadas en un incipiente método aprendido horas antes y que causaron el paseo por la calle entre la casa de su mentor y el hotel en preparación para la verdadera revolución que ocurrirá cuando ya no se impriman ni lean libros.

El método de dibujar una catedral, los peldaños de acceso, la galería, las esculturas, los ventanales de colores, el altar, la virgen, la cantidad de bancas y los hipnóticos dibujos de las cerámicas del piso serán lugares donde cada párrafo tendrá un lugar, un color, un sonido, una forma, una temperatura, una textura y finalmente una idea central y sus argumentaciones. Al concluir el presidio y antes de presentarse ante el fiscal, dudando que el innovador método tuviera efectividad rogó porque semejante calvario concluyera pronto.

Los oficiales tuvieron palabras de sobra para justificar aquella privación de libertad entre las tres normas irrumpidas, los cinco textos confiscados y por si esto fuera poco la construcción de una elucubrada y pirotécnica tesis acerca de las motivaciones del transeúnte.  Un encendedor y mil doscientas hojas recién impresas con determinadas características, color, opacidad, porosidad, gramaje, densidad aparente, dureza y compresibilidad son el encolado perfecto; fuelle y combustible combinados para desestabilizar la antigua estructura de catedral hacia donde se dirigía impávido el transeúnte antes de ser apresado.

Luego ya frente al fiscal dotado de una incredulidad prístina y un tanto cansado de tantos arrestos menores y burocracias procesales deja en libertad al transeúnte no sin antes confiscar todos los textos evitando lo que en su cabeza veía como una imaginaria conspiración, tal vez con esto se hace un poco de justicia pedestre, pensaba. Uno de los oficiales con cierta culpa por el largo disparo de su imputación le entrega sus pertenencias y unos extraños dibujos de catedrales, cinco en total, con una serie de símbolos, anagramas, acrónimos y abreviaturas llenas de garabatos sin sentido.

Al salir del tribunal un tanto desesperado por encontrar cinco cuadernos a croquis, tres lápices grises, uno negro y otro rojo, divisa a lo lejos una pequeña librería muy parecida a la calle por donde transitaba antes de ser detenido. Vuelve su vista para atrás y reconoce que la casa de su mentor se encontraba un par de cuadras antes. De igual forma por la vereda del frente de esa casa encuentra a dos oficiales en controles de rutina al lado de una estación de policía que a media cuadra tenía un juzgado de policía local. 

Al salir de la librería con la aurora entrando de sopetón, el transeúnte a esta altura desconcertado por los cinco cuadernos a croquis que abrazaba desde las muñecas hasta el hombro un poco agitado y presto a encender otro cigarrillo tratando de recordar las ideas angulares de la revolución gnóstica que tendrá que volver a reescribir a partir de los dibujos de las catedrales, un precipitado niño regresando por la calle con lentes de sol muy entusiasmado y con la mascarilla sobre sus narices le pregunta ¿Qué le ha parecido el eclipse señor? y al levantar la vista divisa en el reloj de la notaria ubicada a un costado de la Iglesia Catedral de Temuco; lunes 14 de Diciembre, 13:02.

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“Recuerdos futuros sobre el gnosticismo temprano”  

Capitulo XIV; Arrestos Aleatorios

Alejandro Magno, Alejandría 329 A.C.

Comentarios

  1. Notable recuerdo del futuro de aquel día de oscurantismo en la ciudad de Temuco.

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